Este mes, con sus 17 días, ha traído una serie de retos. Uno tras otro, algunos superpuestos entre sí.
La vida se ha sentido más compleja de lo habitual: más factores a tomar en cuenta, más situaciones a resolver, más cosas por hacer.
Y justo con todo lo que ha pasado, he podido darme cuenta, con facilidad, del cambio interno: La forma en que estoy viviéndome en mi mente estas dificultades es diferente a la forma automática en que me vivía las dificultades durante la mayor parte de mi vida.
La reacción automática ante estas dificultades es una nueva: Esta vez no se trató de auto coachearme hacia un mindset más expansivo. Esta vez, el mindset expansivo apareció en automático.
No es la primera vez que el mindset expansivo aparece en automático. Ya tengo un camino recorrido ahí.
Pero estoy escribiendo sobre esto en este momento, porque llamó mi atención el hecho de que ha sido una serie de dificultades. Ya había contemplado (y disfrutado) del mindset expansivo automático en varias dificultades individuales. Esta vez, han sido una tras otra, superpuestas, algunas incluso aún no se resuelven.
Y no solo ha aparecido el mindset expansivo en automático, sino que me siento firme (aun y que mi salud física no está al cien). Me siento capaz de sostener la dificultad yyy mi estabilidad interna.
Me siento firme y estable. Me siento resourceful. Siento confianza y seguridad en los recursos que tengo en este momento para lidiar con y atravesar estas dificultades.
No tengo miedo. No tengo añoranza porque YA se resuelva todo.
Me sorprendí (y me maravillo) al reconocer en mí el sentimiento de gratitud.
“Wow, gratitud en estos momentos?!.” Y no es gratitud por la dificultad per se. Pero la reconozco, la siento de verdad. Y puedo quedarme allí con ella, dejándola que me recorra. Y puedo observar cómo con cada ciclo de respiración se hace más grande, más intensa. Y me lleva a sonreír suavemente.
Gratitud.
Gratitud por que mi cuerpo me envíe las señales de que es hora de hacer cambios y no olvidarla.
Gratitud por mi yo del pasado que decidió hacerse con esos recursos que me están apoyando en este momento.
Gratitud por la oportunidad de incrementar mi resiliencia con situaciones que no son las más dolorosas (para mí) de enfrentar.
Gratitud por esta awareness, esta consciencia desarrollada que me permite tomar estas experiencias cotidianas retadoras como insumo para mi evolución.
Gratitud por saberme y sentirme acompañada y sostenida por personas que amo y que me aman.
Gratitud por todo esto “chiquito” que ya es, que ya forma parte de mi vida y que por ser “chiquito” puede pasar fácilmente desapercibido o darse fácilmente por sentado.
Gratitud por eso “chiquito” que se vuelve inmenso en la adversidad, si decides entrenarte en que así sea.
Gratitud porque no tuve que auto coachearme para notar y apreciar eso “chiquito”.
Gratitud por que esa awareness y esa apreciación aparecieron en automático.
Gratitud por los frutos del inner work.
Gratitud por mi yo del pasado que eligió entrenarse y cultivar la gratitud de forma real y alineada.
Gratitud por la oportunidad de recolectar evidencia de que el cliché es cierto.
Gratitud por volver a este espacio de encuentro conmigo que tanto amo y que había dejado de lado por perfeccionismo.
Mi ego perfeccionista me limita muchas veces diciéndome que “si voy a hacer algo lo hago bien” y que “hacer algo bien toma tiempo” y que “en este momento no hay suficiente tiempo”.
Todo automático, todo ego, todo inconsciente. Pero seguimos en entrenamiento. Hasta el final.
Ya hace algunos días les compartía en mis historias en Instagram que me sentía muy feliz de decidir volver a escribir/compartirme desde un lugar de flexibilidad y suavidad: Escribiendo de a poquito, con interrupciones.
Eligiendo que no se vuelva molesto/fastidioso el hecho de escribir “en cuotas”.
Eligiendo disfrutar cada bloque de minutos escribiendo.
Eligiendo pausar en el momento en que empiezo a sentirme fastidiada.
Eligiendo que tome más tiempo terminar un escrito y eligiendo no esperar a que llegue el “momento perfecto” para llevarme a la acción.
Me volvió a pasar. Me volví a dejar limitar por el perfeccionismo.
Pero también, me volví a dar cuenta. Y volví a a elegir hacer algo diferente. Volví a elegir no limitarme. Volví a elegir incomodarme.
Y lo seguiré haciendo. Las veces que sea necesario. Hasta el final.
Porque ahora sé, ahora veo, que lo importante no es —no equivocarse— o —no recaer— (eso hace parte del camino, del aprendizaje). Lo importante es —volver—. Lo importante es —retomar donde te quedaste—.
Para un día, finalmente, haberlo integrado.
Para un día, finalmente, volverlo mío. Volverlo mi forma.
Para que un día, finalmente, mi forma sea la consistencia.
Y solo se logra retomando una y otra y otra vez.
Y solo se logra ablandando ese perfeccionismo. Atravesando el no saber, el no tenerlo todo resuelto y definido desde el principio. Atravesando la incomodidad.
Usando la incomodidad para crecer, para expandirme, para dejarme salir.
Para sentirme libre.
hermoso.